El sabor en mi boca sigue siendo dulzón, a leche con cacao, repleto de galletas María y bañadas por encima de nata fresca con azúcar.
Era una casa muy antigua con olor a humedad y a hogar. A humedad por la frecuente lluvia que caía casi a diario. Nos llegaba el aroma a tierra mojada por los ventanales y las rendijas de los dos grandes portones que aquel caserón ofrecía para entrar o salir. A hogar, porque era donde vivía con mi familia: mi hermana, dos hermanos, mis padres y cada medio año mí querida abuelita Isabel. Además mi madre se encargaba de cocinar al horno ese pan esponjoso y oloroso que hacia las delicias de cuantos atravesaban el Callejón del Agua, pues ese era el nombre de nuestra calle.
Recuerdo con detalle la gran habitación donde dormíamos mi hermana y yo juntas en una cama, y en la otra, mis padres. Supongo que esto sería así las temporadas que mi abuela vivía con nosotros, ya que ella ocupaba nuestra habitación habitual.
Un gran arco separaba una cama de la otra. Según entrabas a la derecha estaba la cama pequeña, donde mi hermana y yo cada noche cruzábamos las piernas para darnos calorcito. Después del arco, majestuosa estaba la gran cama de mis padres, con el cabecero a la izquierda. En ella mi madre leía cada noche a la luz de un quinqué. Justo enfrente estaba un tremendo armario ropero con tres puertas. Las laterales eran de madera, pero la puerta central tenía un espejo opaco y con grietas. Me gustaba mucho mirarme en él haciendo muecas raras y divertidas con la cara y bailar como una posesa.
En la planta de arriba de la casa estaba el extraño desván, al que sólo nos dejaban subir acompañadas por alguna persona mayor. A mí solo con mi padre o madre. Una mañana que todo el mundo estaba fuera de casa, me armé de valor y subí yo sola. Tendría entonces seis o siete años. Se accedía por una escalera situada al fondo del pasillo, una escalera sombría y muy empinada. Subí lentamente, me temblaban las piernas. Los latidos de mi corazón me asustaban aún más. Recordaba las historias de los libros de “Los Cinco” que mi hermana me contaba, creía ser la protagonista de uno de ellos, arriesgada y aventurera.
Llegué al gran portón del desván, abrí el frio pomo como pude. Al entrar vi un par de baúles abiertos, como si alguien hubiese estado hurgando en ellos. Sólo se veía lo que había en el centro, en los laterales y al fondo se divisaban unas figuras oscuras que parecían muñecos y más al fondo la más completa oscuridad. Olía a rancio, a libros viejos, a ropa con alcanfor y sobre todo a cerrado. Las paredes eran de piedra, me di cuenta de que algo se movía en una de ellas.
Me sobresalté y salí corriendo. Tropecé con un baúl marrón brillante, tenía cinturones o algo similar de arriba abajo, dorados y muy luminosos. Me paré en seco, estaba asustada pero la curiosidad y la fragancia a flores silvestres que surgían del baúl me hicieron mirar dentro.
En cuestión de nano segundos estaba en la ladera de una montaña paradisíaca, con formas suaves que parecía abrazarte con solo mirarla. El miedo se había desvanecido y me sentía alegre y tranquila. Era un campo lleno de flores de todos los colores y tamaños. Un pequeño río serpenteaba pareciendo jugar y reír conmigo. Los arbolitos con sus hojas de toda la gama de verdes, movían sus ramas dándome la bienvenida. Mis pies se hundían al andar entre las florecillas de lindos colores, sintiendo que me acogían con frescura y suavidad.
Estuve jugando durante no sé cuánto tiempo, con los ciervos, conejitos, mariposas y hadas voladoras, hasta que escuché a lo lejos la voz de mi abuelita Isabel, llamándome preocupada.
Elevé los brazos para que aquel Duende de barba blanca y amorosa, me cogiese en sus brazos. Inmediatamente estaba en la puerta con mi abuela:
—Abuelita, estaba escondida detrás de la escalera— no te asustes que te quiero mucho. Le decía dándole un gran abrazo.
El mejor relato que he leído nunca… Que recuerdos maravillosos describes… Gracias querida hermana.. Te amo!!!
I love you, hermanita, que recuerdos tenemos de toda una vida juntas. Te requetequuiero
Preciosa historia. Se la he leído a mi hijo, de 12 años.
Gracias Susana,
espero que le haya gustado. Un abrazo grande.
Pilar
Muy bonito, me encanto. Por un momento volvieron a mi tambien recuerdos de mi infancia, en el pueblo Cordobes, que nos vio nacer y las abuelas ahi, que annoranza, ya k los abuelos no los pudimos disfrutar. Pero siempre estaran con nosotros en nuestras venas. TQzM y lo sabes
Muchas gracias, que alegría me ha dado leerte por aquí!!!!! Os mando un enorme y amoroso abrazo querido primo, te quiero. Os quiero.